domingo, 29 de junio de 2008

¿Se salvarán los que no conocen a Dios?

El Catecismo de la Iglesia Católica (#774-776), siguiendo la enseñanza milenaria de la Iglesia y citando al Concilio Vaticano II, nos recuerda que la Iglesia Católica es “instrumento de salvación universal” (LG 9). Y añade el Catecismo en su resumen de este tema: “La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres” (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #780).
Esta ha sido la posición de la Iglesia desde sus comienzos y durante sus dos milenios de existencia. Sin embargo, si bien en forma general se dice que es necesaria la pertenencia a la Iglesia Católica para la salvación, el Catecismo explica lo siguiente en un capítulo que titula “Fuera de la Iglesia no hay salvación”:
Entendida esta afirmación “de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo”. Es decir, quien se salve, dentro o fuera de la Iglesia, se salva por la gracia de Cristo y a través de su Iglesia.
Sin embargo, la afirmación de que no hay salvación fuera de la Iglesia no se refiere a los que, sin culpa suya no conocen a Cristo y a la Iglesia por El fundada. Y, citando nuevamente al Concilio, nos dice el Catecismo que si éstos “buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (Vat.II, LG 16)”. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #847)

Sabemos que Cristo dejó bien especificada la necesidad de la fe y el bautismo para la salvación: “El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará” (Mc. 16, 16). Además, instituyó su Iglesia como instrumento de salvación, en la que entramos a formar parte desde el momento de nuestro Bautismo. De allí que no podrían salvarse aquéllos que, sabiendo que Cristo (Dios) fundó su Iglesia como necesaria para la salvación, sin embargo no hubieran querido entrar a ella o hubieran escogido separarse de la misma. (cf.Catecismo de la Iglesia Católica #846)
Aclaremos un poco más: para todos aquéllos que rechazan la doctrina de Cristo, que evaden la pertenencia a la Iglesia, o que se separan formalmente o informalmente de ella, que es el instrumento de salvación que Dios mismo nos ha dejado, y esto lo hacen con pleno conocimiento y con pleno consentimiento, ponen en grave peligro su salvación eterna.
Pero existe la posibilidad de salvación para muchas personas fuera de la Iglesia de Cristo. Por ejemplo, aquéllos que vivieron antes de Cristo y que no formaron parte del pueblo de Israel, que era la prefiguración de la Iglesia en el Antiguo Testamento. Igualmente también tenían y tienen posibilidad de salvación los que no conocieron o no conocen de Cristo y de su Iglesia. ¿Qué decir, por ejemplo de los aborígenes de América que vivieron antes de la evangelización?

Y ¿qué sucede con las personas que pertenecen a otras religiones?

Otro documento del Vaticano II también toca este tema. Al hablar de nuestra futura resurrección dice así el Concilio: “Esto (la salvación, resurrección) vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (Vat.II, GS 22).

Declaración “Dominus Iesus”
Sin embargo el documento más reciente y más amplio que ha emitido la Iglesia Católica sobre este tema es la Declaración “Dominus Iesus” del año 2000. He aquí lo que dice al respecto:
“Ante todo debe ser firmemente creído que la ‘Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia’ (Vat.II, LG #14). Esta doctrina no se contrapone a la voluntad salvífica universal de Dios; por tanto, ‘es necesario mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvación’ (RM #9)”.
“Para aquéllos que no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, ‘la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia, que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y ambiental. Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrifico y es comunicada por el Espíritu Santo’ (RM # 10).”
“Sobre el modo en que la gracia salvífica de Dios llega a los individuos no cristianos, el Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona ‘por caminos que El sabe’ (Vat. II, Ad gentes #7)”. La teología está tratando de profundizar este argumento. Sin embargo, queda claro que sería contrario a la fe católica considerar que la Iglesia Católica sería un camino más de salvación que vendría a ser complementado por otras religiones”.
En relación a la existencia de numerosos elementos de santificación y de verdad fuera de la estructura visible de la Iglesia Católica, es necesario afirmar que la eficacia de esos elementos de verdad, de bondad y de santificación que existen fuera de la Iglesia “deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia Católica (Vat. II, Unitatis et redintegratio #3)”.
El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo enviado por el Padre, actúa en modo salvífico tanto en los cristianos como en los no-cristianos y lo hace de manera misteriosa. Pero sabemos que todo aquél que se salva, se salva por los méritos y por la gracia de Cristo, no por sus propios medios, ya que la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven, se nos ofrece y de hecho se cumple, por la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo y por los méritos de su pasión, muerte y resurrección.
No significa todo esto que porque algunos puedan salvarse fuera de la Iglesia de Cristo, los católicos estamos excusados de cumplir el mandato de Jesucristo de evangelizar, pues todos los seres humanos, pertenecientes o no a otras religiones, están llamados a formar parte de la Iglesia Católica, instrumento de salvación universal que el mismo Cristo nos dejó. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica # 846, 847, 848)

¿Todos los Católicos se salvarán?
Tampoco significa todo esto que los que pertenecemos a la Iglesia Católica estamos automáticamente salvados por el hecho de pertenecer a ella. Es necesaria nuestra cooperación a las gracias que nos vienen de Cristo a través de su Iglesia y que el Espíritu Santo derrama continuamente sobre cada uno de nosotros.
Es importante notar que es verdad teológica, basada en la Sagrada Escritura, que los seres humanos tenemos todas las gracias necesarias -y muchas más- para salvarnos.
“Te basta mi gracia” (2 Cor. 12, 9). “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm. 5, 20).
Aprovechar todas esas gracias de salvación que se encuentran a plenitud y en sobreabundancia en la Iglesia Católica, especialmente en los Sacramentos, es ya opción de cada católico.En efecto, dice el Catecismo: “Los Sacramentos obran ex opere operato (por el hecho mismo de que la acción es realizada), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas ... Sin embargo, los frutos de los Sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe” (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1128).

Qué hay que hacerpara salvarse?
Antes que nada: desear la salvación, desear ser salvado por los méritos de Jesucristo, nuestro Señor. Y, además, sentirse necesitado de salvación, reconocer que sólo la gracia divina nos salva.
Ahora bien, necesitamos responder adecuadamente a todas esas gracias que continuamente están a nuestra disposición, es decir, se requiere nuestra colaboración a esas gracias. Pero, adicionalmente, debemos recibir esas gracias en humildad, sabiendo que hasta nuestra capacidad de respuesta a la gracia, es también gracia de Dios.
Responder a la gracia es aprovechar todas las gracias sacramentales (las que nos vienen a través de los Sacramentos) y las gracias actuales (las que se nos dan cada momento de nuestra vida), para ir conformando nuestra voluntad con la Voluntad de Dios. Esto equivale a decir que debemos aprovechar la libertad -don maravilloso de Dios a los seres humanos- para optar libremente por la Voluntad de Dios.
No quiere decir esto que nunca pequemos, pues la naturaleza humana herida por el pecado original, es débil y propensa al pecado. Significa que debemos tratar de no caer, para lo cual contamos con todas las gracias necesarias, pero que, cuando caigamos, debemos aprovechar las gracias actuales de conversión que se nos dan cada vez que pecamos y nos apartamos del camino de Dios, para retomar ese camino, a través del arrepentimiento, del propósito de enmienda y del Sacramento de la Confesión.Y hay que retomar ese camino de conformación con la Voluntad Divina cada vez que caigamos, pues se requiere también nuestra perseverancia hasta el final, de manera que nos encuentre el Señor preparados en el momento de nuestra muerte.