jueves, 31 de enero de 2008

Santa Brigida

Jesús le dice:
“Brígida, te hablo no solamente a ti sino también a todos los cristianos. Tú serás mi esposa... y por medio de ti hablaré al mundo. Mi espíritu permanecerá en ti hasta tu muerte”

Sta. Brígida:
"La verdadera sabiduría, entonces consiste en obras, no en grandes talentos que el mundo admira; pues los sabios en la estima del mundo . . . son necedad que hacen nada de la voluntad de Dios, y no saben como controlar sus pasiones"


Viuda
Fundadora Año 1373
Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas,
que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras
logren enfervorizar por Cristo a muchas personas más.

Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?


Brígida significa: Fuerte y brillante.

Esta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.

Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303.

De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las vidas de los Santos.

Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.

Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.

Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: - ¿Quién te puso así? - y oyó que Cristo le decía: "Los que desprecian mi amor". "Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido". Desde ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a Jesucristo.

Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue "la oveja negra de la familia", que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá.

Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir.

Brígida era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.
SANTA BRIGIDA era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas. A los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y la presunción.

La Pasión: centro de su vida
A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: "Mira en qué estado estoy, hija mía." "¿Quién os ha hecho eso, Señor?", preguntó la niña. Y Cristo respondió: "Los que me desprecian y se burlan de mi amor." Esa visión dejó una huella imborrable en Brígida y, desde entonces, la Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.

Matrimonio
Antes de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió veintiocho años de felicidad matrimonial. Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada con el nombre de Santa Catalina de Suecia. Durante algunos años, Brígida llevó la vida de la época, como una señora feudal, en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia de que cultivaba la amistad de los hombres sabios y virtuosos.

En la Corte
Hacia el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II para ser la principal dama de honor de la reina Blanca de Namur. Pronto comprendió Brígida que sus responsabilidades en la corte no se limitaban al estricto cumplimiento de su oficio. Magno era un hombre débil que se dejaba fácilmente arrastrar al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante del lujo. La santa hizo cuanto pudo por cultivar las cualidades de la reina y por rodear a ambos soberanos de buenas influencias. Pero, aunque Santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió mejorar su conducta, pues no la tomaban en serio.


Santa Brígida
Cortesía de

Las Visiones
La santa empezó tener por entonces las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre Francia e Inglaterra. "Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía-- no tendrá éxito en ninguna de sus empresas y acabará por salir del reino y dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia." Pero tales visiones no impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con ironía: "¿Qué soñó Doña Brígida anoche?"

Problemas familiares y peregrinaciones
Por otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija mayor se había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida llamaba "el Bandolero" y, hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida la santa hizo una peregrinación al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem. A su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahinco que nunca volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo lograse, les pidió permiso de ausentarse de la corte e hizo una peregrinación a Compostela con su esposo. A la vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo en Arras y recibió los últimos sacramentos ya que la muerte parecía inminente. Pero Santa Brígida, que oraba fervorosamente por el restablecimiento de su esposo, tuvo un sueño en el que San Dionisio le reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf, ambos esposos prometieron consagrarse a Dios en la vida religiosa.

Viuda, vida religiosa, aumentan las visiones
Según parece, Ulf murió en 1344 en el monasterio cisterciense de Alvastra, antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se quedó en Alvastra cuatro años apartada del mundo y dedicada a la penitencia. Desde entonces, abandonó los vestidos lujosos, solo usaba lino para el velo y vestía una burda túnica ceñida con una cuerda anudada. Las visiones y revelaciones se hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó, temiendo ser víctima de ilusiones del demonio o de su propia imaginación. Pero en una visión que se repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy sabio y experimentado de Linkoping, quien le declaró que sus visiones procedían de Dios. Desde entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus visiones al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito en latín. Ese período culminó con una visión en la que el Señor ordenó a la santa que fuese a la corte para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así lo hizo Brígida, sin excluir de las amenazas a la reina y a los nobles. Magno se enmendó algún tiempo y dotó liberalmente el monasterio que la santa había fundado en Vadstena, impulsada por otra visión.

En Vadstena había sesenta religiosas. En un edificio contiguo habitaban trece sacerdotes (en honor de los doce apóstoles y de San Pablo), cuatro diáconos (que representaban a los doctores de la Iglesia) y ocho hermanos legos. En conjunto había ochenta y cinco personas. Santa Brígida redactó las constituciones; según se dice, se las dictó el Salvador en una visión. Pero ni Bonifacio IX con la bula de canonización, ni Martín V, que ratificó los privilegios de la abadía de Sión y confirmó la canonización, mencionan ese hecho y sólo hablan de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin hacer referencia a ninguna revelación privada.

En la fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault, los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo espiritual, las mujeres estaban sujetas al superior de los monjes. La razón de ello es que la orden había sido fundada principalmente para las mujeres y los hombres sólo eran admitidos en ella para asegurar los ministerios espirituales. Los conventos de hombres y mujeres estaban separados por una clausura inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la misma iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería superior, de suerte que ni siquiera podían verse unos a otros.

El monasterio de Vadstena fue el principal centro literario de Suecia en el siglo XV. A raíz de una visión; Santa Brígida escribió una carta muy enérgica a Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón a Roma y establecer la paz entre Eduardo III de Inglaterra y Felipe IV de Francia. El Papa se negó a partir de Aviñón pero, en cambio envió a Hemming, obispo de Abo, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones que los consejos de Santa Brígida, trató de hacerla intervenir en una cruzada contra los paganos letones y estonios. Pero en realidad se trataba de una expedición de pillaje. La santa no se dejó engañar y trató de disuadir al monarca. Con ello perdió el favor de la corte, pero no le faltó el amor del pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba sinceramente durante sus múltiples viajes por Suecia.

En Roma e Italia
Había todavía en el país muchos paganos, y Sarta Brígida ilustraba con milagros la predicación de sus capellanes. En 1349, a pesar de que la "muerte negra" hacía estragos en toda Europa, Brígida decidió ir a Roma con motivo del jubileo de 1350. Acompañada de su confesor, Pedro de Skeninge y otros, se embarcó en Stralsund, en medio de las lágrimas del pueblo, que no había de volver a verla. En efecto, la santa se estableció en Roma, donde se ocupó de los pobres de la ciudad, en la espera de la vuelta del Pontífice a la Ciudad Eterna. Asistía diariamente a misa a las cinco de la mañana, se confesaba todos los días y comulgaba varias veces por semana (según era permitido en aquella época). El brillo de su virtud contrastaba con la corrupción de costumbres que reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y lo único que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores. La austeridad de la santa, su devoción a los santuarios, su severidad consigo misma, su bondad con el prójimo, su entrega total al cuidado de los pobres y los enfermos, le ganaron el cariño de muchos. Santa Brígida atendía con particular esmero a sus compatriotas y cada día daba de comer a los peregrinos suecos en su casa que estaba situada en las cercanías de San Lorenzo in Damaso.

Pero su ministerio apostólico no se reducía a la práctica de las buenas obras ni a exhortar a los pobres y a los humildes. En cierta ocasión, fue al gran monasterio de Farfa para reprender al abad, "un hombre mundano que no se preocupaba absolutamente por las almas". Hay que decir que, probablemente, la reprensión de la santa no produjo efecto. Más éxito tuvo su celo por la reforma de otro convento de Bolonia. Allí se hallaba Brígida cuando fue a reunirse con ella su hija, Santa Catalina, quien se quedó a su lado y, fue su fiel colaboradora hasta el fin de su vida. Dos de las iglesias romanas más relacionadas con nuestra santa son la de San Pablo extramuros y la de San Francisco de Ripa. En la primera se conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el que Brígida acostumbraba orar y que le respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció San Francisco y le dijo: "Ven a beber conmigo en mi celda". La santa interpretó aquellas palabras como una invitación para ir a Asís. Visitó la ciudad y de allí partió en peregrinación por los principales santuarios de Italia, durante dos años.

Profecías y revelaciones
Las profecías y revelaciones Santa Brígida se referían a las cuestiones mas candentes de su época. Predijo, por ejemplo, que el Papa y el emperador se reunirían amistosamente en Roma. Al poco tiempo así lo hicieron (El Papa Beato Urbano V y Carlos IV, en 1368). La profecía de que los partidos en que estaba dividida la Ciudad Eterna recibirían el castigo que merecían por sus crímenes, disminuyeron un tanto la popularidad de la santa y aun le atrajeron persecuciones. Brígida fue arrojada de su casa y tuvo que ir con su hija a pedir limosna al convento de las Clarisas.Por otra parte, ni siquiera el Papa escapaba a sus severas admoniciones proféticas.

El gozo que experimentó la santa con la llegada de Urbano a Roma fue de corta duración, pues el Pontífice se retiró poco después a Viterbo, luego a Montesfiascone y aun se rumoró que se disponía a volver a Aviñón.

Al regresar de una peregrinación, a Amalfi, Brígida tuvo una visión en la que Nuestro Señor la envió a avisar al Papa que se acercaba la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación a la regla del convento de Vadstena. Brígida había ya sometido la regla a la aprobación de Urbano V, en Roma, pero el Pontífice no había dado respuesta alguna. Así pues, se dirigió a Montefiascone montada en su mula blanca. Urbano aprobó, en general, la fundación y la regla de Santa Brígida, que completó con la regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde, murió el Pontífice. Santa Brígida escribió tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón, conminándole a trasladase a Roma. Así lo hizo el Pontífice cuatro años después de la muerte de la santa.

En 1371, a raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una peregrinación a los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina, de sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de Vadaterra y otros personajes. Ese fue el último de sus viajes. La expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de Carlos vivía aún en Suecia y el marido de Juana estaba en España; ésta quería contraer matrimonio con él y la perspectiva no desagradaba a Carlos. Su madre, horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones. Dios resolvió la dificultad del modo más inesperado y trágico, pues Carlos enfermó de una fiebre maligna y murió dos semanas después en brazos de su madre. Santa Brígida prosiguió su viaje a Palestina embargada por la más profunda pena. En Jaffa estuvo a punto de perecer ahogada durante un naufragio Sin embargo durante, la accidentada peregrinación la santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales y de visiones sobre la vida del Señor.

A su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre, donde clamó contra la corrupción de la familia real y de los habitantes de Famagusta quienes se habían burlado de ella cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el clero de la ciudad leyó desde el púlpito las profecías de Santa Brígida, aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo.

La comitiva llegó a Roma en marzo de 1373. Brígida, que estaba enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos sacramentos de manos de su fiel amigo, el Padre Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta y un años. Su cuerpo fue sepultado provisionalmente en la iglesia de San Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y Pedro de Alvastra condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando por Dalmacia, Austria, Polonia y el puerto de Danzig.

Santa Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella fundada, fue canonizada en 1391 y es la patrona de Suecia.

Visiones y escritos

Uno de los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de las múltiples visiones con que la favoreció el Señor, especialmente las que se refieren a los sufrimientos de la Pasión y a ciertos acontecimientos de su época. Por orden del Concilio de Basilea, el Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa y declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal aprobación encontró muchos opositores. Por lo demás; la declaración de Torquemada significa únicamente que la doctrina del libro es ortodoxa y que las revelaciones no carecen de probabilidad histórica. El Papa Bcnedicto XIV, entre otros, se refirió a las revelaciones de Santa Brígida en los siguientes términos: "Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas, no se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito que merecen es puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia, que es la que debe dictarnos el grado de probabilidad de que gozan para que crearnos píamente en ellas."

Santa Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus revelaciones a las autoridades eclesiásticas y, lejos de gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una ocasión para manifestar su obediencia y crecer en amor y humildad. Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a su virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia.

El libro de sus revelaciones fue publicado por primera vez en 1492.

Las brigidinas tienen unas lecciones de maitines tomadas de sus revelaciones sobre las glorias de María, conocidas con el nombre de "Sermo Angelicus", en recuerdo de las palabras del Señor a la santa: "Mi ángel te comunicará las lecciones que las religiosas de tus monasterios deben leer en maitines, y tú las escribirás tal como él te las dicte".

ORACIONES
Aprobadas por El Papa Pío IX

En la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma todavía se puede contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo Milagroso ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor. Allí hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL”

Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos ochenta latigazos; son 5.480 azotes. Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas”. (Nuestro Señor mismo le dictó las oraciones a la santa.)

Primera Oración

Padrenuestro - Ave Maria.

¡Oh Jesucristo ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de todos los pecadores. Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de Vuestra Concepción y especialmente durante Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad, según el plan divino.

Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos les habéis Lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Sacratísimo Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.

Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo
”Mi Alma está triste hasta la muerte.”

Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo. Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.

Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna, desgarrado con azotes y agobiado de oprobios y ultrajes.

En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de Vuestra Pasión en la Cruz concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén.

Segunda Oración.

Padrenuestro - Ave Maria

¡Oh Jesús, la verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando Vuestros enemigos como leones furiosos, os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico. ¡Oh mi Salvador, y Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.

Tercera Oración.

Padrenuestro - Ave Maria.

¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo; y todo es sostenido bajo Vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad. Extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.

¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y amaros. Amén.

Cuarta Oración.

Padrenuestro - Ave María.

O Jesús, Médico Celestial! elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos de las contusiones y los desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “ Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.

Quinta Oración.

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús!, ¡Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serian condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.

Por este abismo de compasión y piedad y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén.

Sexta Oración.

Padrenuestro - Ave Maria.

¡Oh Jesús. Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando, desnudo y como un crimina! común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También! fuisteis abandonado de todos Vuestros parientes y amigos con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a Maria: “mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “ He aquí a tu Madre!

Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.

Séptima Oración.

Padrenuestro - Ave Maria

¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “Tengo sed” Era sed por la salvación del género humano. Oh mi Salvador os ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos a la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.

Octava Oración.

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.

Novena Oración

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús, Virtud real y gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte, insultado y ultrajado por los judíos. Clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Por esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.

Décima Oración

Padrenuestro -Ave Maria.

¡Oh Jesús. Principio y Fin de todas las cosas. Sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que Os aman, Amén.

Undécima Oración

Padrenuestro - Ave Maria.

¡Oh Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las llagas que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme de Vuestro Rostro tan justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas hasta que Vuestra cólera y justìsíma indignación hayan cesado. Amén.

Duodécima Oración

Padrenuestro - Ave Maria.

¡Oh Jesús! Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad. y Vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús! Vos sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén.

Décima-Tercera Oración

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús! ¡Fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: “Todo está consumado”. Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.

Décima-Cuarta Oración.

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús! ¡Unico Hijo del Padre Celestial! esplendor y semejanza de su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!” Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.

Décima-Quinta Oración.

Padrenuestro-Ave María.

¡Oh Jesús! ¡Verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.

De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz., la muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozada; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros Huesos. Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.

Conclusión.

¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón, a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, Oh mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y que mi conversación Os sea agradable. Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaros para siempre en el Cielo con todos Vuestros santos. Amén.




En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: "Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y comodidades". Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.

Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad). Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.

Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en toda Europa.

Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis todos los días.

Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en las misas.

martes, 29 de enero de 2008

Visita del Padre Melus





Hemos tenido la Visita de nuestro querido Hermano el Rvdo. Padre Rafael María López Melús. Ha venido a compartir con nosotras su riqueza y sobre todo su gran amor a Jesús - María Y al Carmelo.

Es un encanto compartir con El, es un hermano maravilloso.
Pedimos a Dios y a la Santísima Virgen que lo bendiga en su 80 cumpleaños que hoy ha celebrado solemnemente con nosotras.

le queremos muchisima Padre Rafael Maria.
Hasta pronto. Sus hermanas de este Carmelo de Santo Domingo.

sábado, 26 de enero de 2008

Las Monjas de Clausura

Por que no tienen vacaciones las Monjas?

El amor no se puede ir de vacaciones.
en la Iglesia las monjas somos las que representamos el corazón,
si el corazón se va de vacaciones que pasaría?
pues eso mismo pasa con las monjas.

Las monjas somos intercesoras, le presentamos al señor las preocupaciones de nuestros hermanos
nuestra misión en la Iglesia es interceder en favor de nuestros hermanos, dia y noche.
Cuando Josue estaba en la batalla, Moisés oraba en el monte, cuando Moisés se cansaba y bajaba los brazos,
perdía en la batalla Israel, pero cuando tenía las manos en alto ganaba Israel, en tonces Aarón y Hur decidieron ponerle dos piedras a Moisés una en cada brazo y le sostuvieron los brazos en alto hasta que Israel ganó la batalla.
Así somos las monjas, tenemos nuestros brazos en alto si vajas los brazos en el pueblo Santo de Dios se pierde la batalla, esa es la razón por la que las monjas contemplativas no pueden estar de vacaciones, cuando hay hermanos nuestro expuesto a la guerra en la batalla contra el enemigo,ellos necesitan nuestros brazos levantado en alto desde que sale el sol hasta su ocaso.

Para nuestros amigos que se compadecen de nosotras en el cielo estaremos eternamente de vacaciones.
Dios te bendiga.

jueves, 24 de enero de 2008

Iglesia Católica y Ángeles

¿Cuál es la enseñanza de la Iglesia Católica sobre los Ángeles?
La doctrina definida solemnemente por la Iglesia en torno a los seres angélicos abarca cinco afirmaciones principales(1) :

texto1. Los ángeles existen;
texto2. Son seres de naturaleza espiritual;
texto3. Fueron creados por Dios;
texto4. Fueron creados al comienzo del tiempo;
texto5. Los ángeles malos o demonios fueron creados buenos, pero se pervirtieron por su propia acción.

a) Los ángeles existen

La existencia de los ángeles se recoge expresamente en las fórmulas de fe o Credos de la Iglesia, a partir del Símbolo Niceno-constantinopolitano (381), en el que confesamos creer «en un solo Dios... Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles»(2) .

Lo mismo se dice en las profesiones de fe católica elaboradas por los concilios de Letrán IV en 1215 (3) , Lyon 11 en 1274 (4), Florencia en 1441 (5) y Trento en 1564 (6). El Concilio Vaticano I (1869-70) habla de la criatura angélica como parte de la obra creadora producida por Dios (7). Los negadores de la existencia y realidad de los ángeles han tenido representantes en casi todas las épocas de la historia. Los Hechos de los Apóstoles nos informan -como hace también el historiador judío Flavio Josefo- que los saduceos negaban «la resurrección y la existencia de ángeles y espíritus» (8).

Desde presupuestos religiosos y culturales muy diferentes, el racionalismo(9) iluminista que se desarrolla a partir del siglo XVIII tampoco admite la existencia de los ángeles. La cosmovisión propia del materialismo en sus distintas variantes constituye otra tajante opinión negativa frente a la realidad de cualquier mundo espiritual. Numerosos contemporáneos hablan de ángeles, pero los consideran productos de la imaginación literaria, y proyecciones de la conciencia estética del hombre, que se apoya en la idea de esos seres misteriosos para expresar reflexiones y fantasías del espíritu humano. La existencia de ángeles es negada finalmente por algunos autores protestantes, que los consideran un mito bíblico necesitado de nueva interpretación(10) . Y con frecuencia este modo de pensar, busca difundirse, actualmente, en los medios de comunicación. A estas, y parecidas opiniones derivadas de ellas, se refería la Encíclica Humani Generis (1950) al afirmar que «algunos se plantean la cuestión de si los ángeles son criaturas personales»(11) . La profesión de fe de Pablo VI, llamada también Credo del pueblo de Dios, fue promulgada en junio de 1968, con motivo del año de la fe. La profesión incluye en su inicio una importante referencia a los ángeles. Dice así:

«Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles -como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida y de las cosas invisibles -como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles» (n. 8). El texto menciona de nuevo a los santos ángeles más adelante, para atribuirles una participación «en el gobierno divino de las cosas» (n. 29) (12).

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición»(13) .

b) Son seres de naturaleza espiritual.

Que los ángeles son seres puramente espirituales y desprovistos de toda corporeidad es doctrina claramente formulada por el concilio IV de Letrán (1215), en cuyo decreto Firmiter leemos que Dios «creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, compuesta de espíritu y de cuerpo»(14) .

El hecho de que los ángeles aparezcan corpóreos en la Biblia y puedan ser representados en imágenes como enseña el Concilio II de Nicea en el año 787, no debe hacer pensar en la existencia de un cierto cuerpo angélico. Algunos autores cristianos mantuvieron por un tiempo esta idea como opinión privada. Pero la legitimidad de la representación iconográfica de los ángeles, afirmada por la Iglesia frente a los iconoclastas, no exige atribuirles «cuerpos espirituales». El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que «En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12)»(15) .



c) Fueron creados por Dios

Los ángeles han sido creados por Dios a partir de la nada. Son criaturas. No son aspectos de Dios ni emanaciones del ser divino. Tampoco son seres divinos intermedios entre el Altísimo y el mundo visible. Pertenecen al conjunto de la creación, que es visible e invisible.

Esta doctrina de fe se encuentra afirmada en los Credos y subrayada particularmente por el Concilio IV de Letrán (vide supra).

La Sagrada Escritura no describe la creación de los ángeles «pero al presentarlos como dependiendo completamente de Dios enseña implícitamente esta verdad»(16) . La enseñanza bíblica sobre los seres angélicos se desarrolla por entero en el marco del más estricto monoteísmo.



d) Fueron creados al comienzo del tiempo

El Concilio IV de Letrán define asimismo que los ángeles, igual que el mundo material, fueron creados en el comienzo del tiempo: simul ab initio temporis(17) . Dios no los creó desde toda la eternidad.Si los ángeles fueron creados antes del mundo material o a la vez que éste, es una cuestión secundaria desde el punto de vista dogmático, y no se dice en el texto conciliar. El «simul» usado por el decreto indicaría simplemente que Dios ha querido de igual manera la existencia de los espíritus y de la criatura humana. Parece ser una partícula más bien incidental que no contiene ninguna afirmación sobre el momento de la creación de los ángeles.

e) Los ángeles malos o demonios fueron creados buenos, pero se pervirtieron por su propia acción.

La doctrina de que todos los ángeles fueron creados buenos por Dios y que los demonios se pervirtieron por su propia voluntad se define por vez primera en el Concilio de Braga, celebrado en el año 561. Dice el Concilio que el diablo fue primero un ángel bueno hecho por Dios, y que su naturaleza fue obra de Dios. No emergió, por tanto, de las tinieblas como principio y sustancia del mal(18) .

Esta enseñanza se encuentra ya expuesta con gran precisión en escritos patrísticos del siglo IV, especialmente en la Vida de Antonio escrita por San Atanasio de Alejandría, donde leemos: «Hay que saber que los demonios no se llaman así porque hayan sido siempre demonios. Dios, en efecto, no ha creado ninguna cosa mala. También los demonios fueron creados buenos, pero caídos de su celestial sabiduría y dedicados a vagar por la tierra engañaron a los paganos con sus fantásticas invenciones y, envidiosos luego de nosotros los cristianos, hacen todo lo posible para impedirnos llegar al cielo; porque no quieren que lleguemos al lugar del que ellos han caído»(19) .

El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que « ...el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios.

El «diablo» [«dia-bolos»] es aquel que «se atraviesa» en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo(20) . Refiriéndose al «Padre nuestro» añade el Catecismo que «En la última petición, «y líbranos del mal», el cristiano pide a Dios con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el «príncipe de este mundo», sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a su plan de salvación»(21) . La enseñanza de la Iglesia sobre los ángeles malos puede consiguientemente articularse en las siguientes afirmaciones:

1) Los demonios fueron creados por Dios como todos los ángeles (22) .

2) «El diablo y los demás demonios fueron creados por Dios buenos por naturaleza , pero ellos se hicieron malos por sí mismos». Son palabras del Concilio IV de Letrán, que condenan el error de los cátaros, para quienes los diablos procedían de un principio absoluto del mal(23) .

3) Los demonios han llevado al hombre al pecado: «el hombre pecó por sugestión del diablo»(24) .

4) A partir del pecado, los demonios ejercen un cierto dominio sobre la humanidad: el hombre pecador queda de algún modo «bajo el poder de aquel que tiene el imperio de la muerte, es decir, del diablo»(25) . Este dominio es relativo y no implica derecho ninguno del diablo sobre el hombre. Deriva simplemente de una situación que de momento favorece al enemigo de Cristo.

5) La reprobación de los demonios es eterna, es decir, no tendrá lugar, debido a una imposibilidad intrínseca de reforma o cambio, ningún tipo de amnistía divina que pudiera eliminar la condición réproba de Satanás y sus ángeles. El castigo de los demonios no es por tanto un castigo temporal.

La existencia de ángeles caídos nos obliga a hablar de un pecado angélico, cuya naturaleza y circunstancias resultan muy difíciles de determinar. Pero la posibilidad de semejante pecado entra fácilmente en el horizonte teológico, porque sólo Dios es impecable(26).

Una intervención de Pablo VI recordaba en noviembre de 1972 que «se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer la realidad del demonio; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una seudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias»(27) .

El documento publicado por la Congregación para la Doctrina de la Fe en junio de 1975, acerca de la enseñanza de la Iglesia sobre los demonios, se expresa en términos semejantes, a la vez que llama la atención sobre las dificultades interpretativas de la Sagrada Escritura en este punto, y da a entender que la afirmación cristiana acerca de la existencia de Satanás no está situada en el centro de la doctrina revelada sino en su periferia. «La actitud de la Iglesia en todo lo referente a la demonología -leemos- es clara y firme. Es verdad que a lo largo de los siglos, la existencia de Satanás y de los demonios nunca ha sido hecha objeto de una afirmación explícita de su magisterio. La razón está en que la cuestión no se planteó jamás en estos términos: tanto los herejes como los fieles, fundándose en la Sagrada Escritura, estaban de acuerdo en reconocer su existencia y sus actividades perversas. Por eso hoy, cuando se pone en duda la realidad demoníaca, es necesario hacer referencia a la fe constante y universal de la Iglesia y a su fuente más importante: la enseñanza de Cristo.

En efecto, la existencia del mundo demoníaco se revela como un dato dogmático en la doctrina del Evangelio y en el corazón de la fe vivida»(28) . El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «Tras la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cfr. Gen 3, 1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sap 2, 24). La Escritura y la tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cfr. Ioh 8, 44; Apc 12, 9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios»(29) .

El testimonio de la Biblia sobre la actividad de los ángeles malos y su papel negativo y turbador respecto a la salvación del hombre se expresa generalmente con un lenguaje simbólico, que designa una realidad difícil de reflejar y comprender con puros conceptos. Las afirmaciones bíblicas sugieren que los hombres tienen que combatir en el plano espiritual no sólo contra seres de carne y hueso(30) , sino contra «principados y potestades»(31) malos, que representan la rebelión y la resistencia de lo mundano contra el orden divino, y son enemigos del hombre en todo lo referente a su vocación y destino eternos. Son seres que «pervierten la creación de Dios y tratan de dañar a los humanos incluso en lo corporal, hasta conseguir en ocasiones posesionarse de sus fuerzas físicas y psíquicas, y enajenarles profundamente de sí mismos (posesión diabólica). Como príncipe de este mundo(32) y dios de este siglo(33) , el Maligno frustra las esperanzas y deseos del hombre mortal, o lo entusiasma con engaños que llegan hasta lo infinito, como hizo la serpiente en el Paraíso: «Seréis como Dios»(34) . En este sentido, el diablo es el padre de la mentira(35) , que invierte la verdad sobre el hombre, oscurece la diferencia, clara en sí misma, entre el sí y el no, y trastoca el orden que Dios ha dado al mundo. De este modo es el tentador de la criatura humana, que , sin embargo, sólo tiene poder sobre el hombre si éste lo consiente»(36)

. «La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Ioh 8, 44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (Cfr. Mt 4, 1-11)»(37) . Funciones de los seres angélicos Los ángeles de la Revelación judeo-cristiana: a)adoran a Dios en el cielo. b)desempeñan determinados ministerios de salvación en favor de los hombres.a) Adoran a Dios en el cielo. Los ángeles contemplan siempre el rostro de Dios, le adoran y le dan gloria en el cielo. Esta alabanza de Dios constituye la perfección y felicidad de los ángeles. Es precisamente el estado o situación sobrenatural que llamamos cielo, que consiste en ver, amar y adorar a Dios. Puede decirse que la esencia del ser angélico es la adoración.

Los ángeles realizan en este sentido el fin más importante y profundo de la entera creación, que es la gloria de Dios. «Bendecid a Yahvéh vosotros sus ángeles todos, alabadle todos sus ejércitos»(38) . El «Sanctus» de la liturgia eucarística no es otra cosa que el eco de lo que, según el profeta Isaías, repiten los ángeles en el cielo. Dice Isaías: «Había ante El serafines... y los unos y los otros se gritaban y se respondían: Santo, Santo, Santo, Yahvéh de los ejércitos. La tierra está llena de tu gloria»(39) . La liturgia de la Iglesia, cuyo primer fin es doxológico o laudatorio, es como un reflejo de la liturgia del cielo, a la que trata de parecerse. En la Carta a los Hebreos leemos: «Vosotros os habéis aproximado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a las miríadas de ángeles, a la asamblea y congregación de los primogénitos, que están inscritos en los cielos»(40) .

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge esta enseñanza: «S. Agustín dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel» (Psal. 103, 1, 15).

Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20)»(41) . Además, Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles...» (Mt 35, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para El: «Por que en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él» (Col 1, 16)»(42) .

d) Desempeñan determinados ministerios de salvación en favor de los hombres.

Sin abandonar la contemplación y la alabanza divinas, los ángeles intervienen en la historia de la salvación como mensajeros de Dios en su solicitud hacia los hombres. «Son espíritus servidores, enviados para ayudar a aquellos que han de heredar la salvación»(43) . Es tarea de los ángeles, por lo tanto, expresar y llevar a cabo la protección que Dios dispensa a la Creación humana y a cada uno de los que la componen. «El te encomendará a sus ángeles, para que te guarden en todos tus caminos»(44) .«Desde la creación (cf Jb 38,7, donde los ángeles son llamados «hijos de Dios») y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7, 53), conducen al pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús (cf Lc 1, 11.26)»(45) .

«De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de Dios" (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios...» (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), sirven a Jesús en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes «evangelizan» (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31; Lc 12, 8-9)»(46) . «De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hc 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 6-11; 27, 23-25)»(47) . «En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf MR, «Sanctus»); invoca su asistencia así en el "supplices te rogamus..." («Te pedimos humildemente...») del Canon romano o el «In Paradisum deducant te angeli...» («Al Paraíso te lleven los ángeles...») de la liturgia de difuntos, o también en el «Himno querubínico» de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (S. Miguel, S. Gabriel, S. Rafael, los ángeles custodios)»(48) .

La tradición de la Iglesia ha desarrollado la doctrina de que Dios asigna a todo hombre un ángel de la guarda o ángel custodio. Hablando de los niños, dice el Señor que «sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial»(49) . Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que «Desde la infancia (cf Mt 18, 10) a la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34,8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1, 12; Tb 12, 12). «Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida» (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Los santos ángeles garantizan y apoyan nuestra esperanza en Dios, asisten nuestros esfuerzos contra adversarios que son más fuertes y sutiles que la carne y la sangre, y nos encaminan hacia nuestro destino último.

Instrumentos divinos «en el gobierno divino de las cosas»(50) , los seres angélicos sirven a los caminos e iniciativas de la Providencia»(51) . El testimonio de la teología y piedad cristianas en relación con los ángeles custodios y su actuación es abundante y significativo. Orígenes afirma que «el ángel particular de cada cual, aun de los más insignificantes dentro de la Iglesia... une su oración a la nuestra y colabora, según su poder, a favor de lo que pedimos»(52) . El ángel guardián es mencionado en los escritos de Hermas(53) , Clemente de Alejandría(54) , Eusebio de Cesarea(55) , San Basilio(56) , San Hilario(57) , San Gregorio de Nisa(58) , etc.Santo Tomás de Aquino se hace eco de esta doctrina y dedica un largo artículo de la Suma Teológica a establecer la existencia y funciones del ángel custodio(59) . El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Cristo «los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?"» (Hb 1, 14)»(60) .

La literatura espiritual habla asimismo del ángel de la guarda y del papel que desempeña en la vida del cristiano. En Camino, obra compuesta por el Beato Josemaría Escrivá en 1933, leemos: «Ten confianza con tu Angel Custodio. Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día»(61) . «Te pasmas porque tu ángel custodio te ha hecho servicios patentes. Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti»(62) . «Acude a tu Custodio a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones»(63) .Y hablando de apostolado: «Gánate al Angel Custodio de aquel a quien quieras traer atu apostolado. -Es siempre un gran «cómplice»(64) . «Si tuvieras presentes a tu Angel y a los Custodios de tus prójimos evitarías muchas tonterías que se deslizan en la conversación»(65) . El Catecismo Romano explica que «no se opone al culto debido únicamente a Dios la veneración e invocación de los ángeles...

El mismo Espíritu Santo nos manda honrar a los padres, ancianos, gobernantes, etc. Con mucha más razón deberán ser honrados los ángeles, ministros de Dios en el gobierno de la Iglesia y de toda la Creación. Hemos, por tanto, de invocar a los ángeles, porque están perpetuamente, delante de Dios y porque asumen gozosos el patrocinio de salvación de quienes les han sido encomendados»(66) . Y en Piura hemos de invocar a S. Miguel, presente en el nombre y escudo de la ciudad y en el de la Universidad. Universidad de Piura. Capellanía

que dice la Iglesis Católica sobre los Angeles?

¿QUIENES O QUE SON LOS ANGELES?

La palabra "ángel" se deriva de la palabra griega aggelos, la cual significa "mensajero." La palabra correspondiente en Hebreo ma'lak también tiene el mismo significado.

En ocasiones, la Biblia asigna esta palabra para referirse a seres humanos:
 personas ordinarias que trasmiten un mensaje: (Job 1:14; Lucas 7:24; 9:52)
 Profetas: (Isaías 42:19; Malaquías 3:1)
 Sacerdotes: (Malaquías 2:7)
 Líderes de la Iglesia: (Apocalipsis 1:20)

Algunas veces la Biblia habla en forma figurada acerca de cosas o de eventos como "mensajeros"...
 La columna de nube: Exodo 14:19
 La pestilencia o las plagas (2 Samuel 24:16-17)

Pero por lo regular describe una gama muy amplia de espíritus creados por Dios y se incluye a ambos: los ángeles buenos y los malignos, y también una categorías especiales como los querubines, los serafines y los arcángeles.
Los ángeles son mencionados por lo menos ciento ocho veces en el Antiguo Testamento y ciento sesenta y cinco veces en el Nuevo Testamento (Chafer Systematic Theology, II,3). Asi que en las Escrituras existe amplia información que nos permite establecer un buen fundamento para nuestro conocimiento de los seres angélicos.
Autor: Paul Eymann

¿CUAL ES EL ORIGEN DE LOS ANGELES?

Las Sagradas Escrituras hablan acerca de la creación de los ángeles, así que está claro que no han existido desde la eternidad (Nehemías 9:6; Salmos 148:2, 5). En Colosenses 1:16-17 se nos señala que todos los ángeles fueron creados:
“Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados; sean potestades; todo fue creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y todas las cosaas en El subsisten.”
El tiempo exacto de su creación no está especificamente definido, pero lo mas probable es que hayan sido creados en el momento en que también fueron creados los cielos, como se narra en Génesis 1:1. Puede ser que Dios haya creado los ángeles inmediatamente después de haber creado los cielos y antes de crear la tierra, porque en Job 38:4-7 dice: "Se regocijaban todos los hijos de Dios…” cuando El estaba echando los cimientos de la tierra.
Autor: Paul Eymann


¿CUANTOS ANGELES HAY?

Aun cuando Las Sagradas Escrituras no nos proporcionan un número exacto, se nos dice que el número de los ángeles es muy grande (Daniel 7:10; Mateo 26:53; Hebreos 12:22).
Tal parece que todos los ángeles fueron creados de una vez. Ningún ángel ha sido añadido desde entonces. Los ángeles no están sujetos a la muerte o a ninguna forma de extinción, por lo tanto, su número no decrece.
Parece ser razonable concluir que hay, por lo menos, tantos espíritus en existencia como habrá seres humanos en toda la historia de la tierra.
Autor: Paul Eymann

¿TIENEN CUERPO LOS ANGELES?

Los ángeles son escencialmente "espiritus ministradores" (Hebreos 1:14) y no tienen cuerpo como los humanos. El Señor Jesús afirmó que "un espíritu no tiene carne, ni hueso, como veis que yo tengo." (Lucas 24:37-39).
La Biblia, sin embargo, pone muy en claro que los ángeles sólo pueden estar en un lugar a la vez. Deben tener una presencia localizada.
Si es necesario, los ángeles pueden adquirir forma humana. ¿De que otra manera "algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles". (Hebreos 13:2)? Por otro lado, algunas veces su apariencia está cubierta por deslumbrante blancura y flameante gloria (Mateo 28:2-4).
Autor: Paul Eymann

¿QUE APARIENCIA TIENEN LOS ANGELES?

Ya que los ángeles son espíritus y no seres físicos, no tienen que tomar apariencia visible (Colosenses1:16). En cierta ocasión, Eliseo oró para que su sirviente pudiera ver los ángeles que rodeaban la ciudad y el joven descubrió, entonces, que no se había percatado de la enorme cantidad de seres invisibles (2 Reyes 6:17).
Cuando los ángeles adquieren apariencia visible, por lo regular adquieren forma de hombre. En Génesis 18, Abaham recibió la visita de tres visitantes angélicos, los cuales en un principio sólo parecían viajeros. En el capítulo siguiente dos ángeles fueron a Sodoma en donde se presentaron simplemente como dos visitantes humanos.
Con la posible excepción de un pasaje debatible en Zacarías 5:9, los ángeles siempre toman forma masculina, en vez de femenina (Marcos 16:5).
Algunas veces los ángeles aparecen como hombres de aspecto nada común. Daniel vio un ángel con brazos y piernas que le recordaban el metal pulido y las piedras preciosas, y con un rostro como el relámpago (Daniel 10:5-6). El aspecto del ángel que movió la piedra de la tumba del Señor Jesús era resplandeciente como un relámpago (Mateo 28:3; Lucas 24:4). En Apocalipsis 4:6-8 se describe el aspecto singular de algunos seres que pudieran ser de una de las variedades de ángeles.
Angels in the Bible never appear this way.
Los ángeles de La Biblia nunca tienen la figura del bebé gordinflón con alitas y rostro de hermoso parecer. Siempre son adultos completamente desarrollados. Aquellos sobre los cuales la Biblia nos da razón que tuvieron encuentros con ángeles, por lo regular desfallecieron en su ánimo y cayeron al suelo sobre sus rostros, llenos de temor y asombro. La Biblia nunca nos presenta la imagen del angelito bebé al que se le hacen cosquillas en la papada y se le habla con “¡Agú, agú!”.
Algunos pasajes de la Biblia nos presentan la imagen del ángel con alas (Isaías 6:2,6). Otros pasajes nos hablan de ángeles volando, y con ello inferimos que las alas les serían de gran utilidad (Daniel 9:21). Sin embargo, es muy posible que los ángeles se puedan mover de un lugar a otro sin tener que depender de las alas. La mayoríá de las referencias a los ángeles, en la Biblia, no dicen nada acerca de alas, y en pasajes como Genesis 18-19 en donde Abraham brinda hospitalidad a varios ángeles, no se hace mencion a alas, visibles o invisibles.
Autor: Dr. John Bechtle

¿LOS HUMANOS SE CONVIERTEN EN ANGELES DESPUES DE LA MUERTE?

Definitivamente ¡No! Los ángeles no son seres humanos glorificados. En Mateo 22:30 se nos explica que los ángeles no se casan, ni se reproducen, y en Hebreos 12:22-23 nos avanza que cuando lleguemos a la Jerusalem Celestial seremos recibidos por "muchos millares de ángeles" y por la congregación de los primigénitos que están inscritos en los cielos". Dos grupos completamente diferentes.
Los ángeles son una compañía o una asociación no una raza que desciende de un ancestro común (Lucas 20:34-36). Se nos llama "hijos de hombre", pero a los ángeles nunca se les llama "hijos de ángeles".
Autor: Paul Eymann

COMO SE COMPARAN LOS ANGELES A LOS SERES HUMANOS

 Son mas fuetes que el hombre, pero no son omnipotentes (Salmos 103:20; 2 Pedro 2:11)
 Son mayores en sabiduría que el hobre, pero no son omniscientes (2 Samuel 14:20; Mateo24:36)
 Los ángeles tienen mayor nobleza que el hombre, pero no son omnipresentes (Daniel 9:21-23; 10:10-14).
Autor: Paul Eymann

¿SON BUENOS TODOS LOS ANGELES?


¡Lo siento, pero no se puede confiar en todos los ángeles!
La Biblia clasifica a algunos ángeles como "elegidos" (1 Timoteo 5:21) o "santos" (Mateo 25:31; Marcos 8:38) Todos los ángeles eran originalmente santos y gozaban de la presencia de Dios (Mateo 18:10 y del ambiente del cielo (Marcos 13:32).
Otros ángeles se opusieron a Dios bajo el liderazgo de Satanás (Mateo 25:41; 2 Pedro 2:4; Judas 6; Efesios 6:12). Frecuentemente nos referimos a ellos como "demonios".
En realidad existe en el mundo invisible un conflicto cruento que va más allá de lo que podemos imaginar. No es, sin embargo, una lucha entre dos fuerzas iguales y eternas. Dios, quien ha creado todos los seres es el que está en control, y una vez que haya usado a esos seres de maldad para cumplir Sus propósitos, los va a reunir para quitar para siempre su influencia en el resto de la creación,
Autor: Dr. John Bechtle


¿CUAL ES EL OFICIO DE LOS ANGELES?

No se tiene conocimiento que todos los ángeles efectúen las mismas tareas, o si algunos se especializan en algunas tareas. La Biblia nos habla, sin embargo, de ciertos tipos de ángeles como los querubines (Ezequiel 1) y los serafines (Isaías 6). También se conocen los nombres de dos ángeles que sobresalen en las Escrituras: Miguel (Daniel 10:13; Judas 9) y Gabriel (Daniel 9:21; Lucas 1:19-26).
Los ángeles sin nombre, los cuales son mencionados con más frecuencia en Las Sagradas Escrituras, efectúan una gran variedad de tareas, todas ellas dirigidas a servir a Dios.
 Adorar y Alabar - Esta es la principal actividad que se lleva a cabo en los cielos (Isaías 6:1-3; Apocalipsis 4-5)
 Revelar - Sirven como mensajeros para comunicar la voluntad de Dios a los hombres. Asisten en la revelación de la ley de Moisés (Hechos 7:52-53), y sirven como transmisores de mucho del material que es revelado en Daniel y Apocalipsis.
 Guiar - Los ángeles le dieron instrucciones a José acerca del nacimiento de Jesús (Mateo 1-2), a las mujeres que llegaron a Su tumba (Marcos 16:1-8), a Felipe (Hechos 8:26), y a Cornelio (Hechos 10:1-8).
 Proveer - Dios ha usado a ángeles para proveer en la necesidades físicas, tales como comida para Agar Génesis 21:17-20), Elías (1 Reyes 19:6), y Al Señor Jesucristo después de la tentación (Mateo 4:11).
 Proteger - Protegen al pueblo de Dios de peligros físicos, como en el caso de Daniel y los leones, y a sus tres amigos en el horno (Daniel 3 y 6)
 Liberar - Ayudar al pueblo de Dios a salir del peligro cuando se encuentra en situaciones difíciles. Los ángeles liberaron a los apóstoles de la cárcel en Hechos 5 y volvieron a hacer lo mismo durante el proceso de Pedro en Hechos 12.
 Dan Fuerza y Animo - Los ángeles le dieron fuerzas al Señor Jesús en el desierto durante la tentación (Mateo 4:11), animaron a los apóstoles a seguir predicando después de librarlos de la prisión (Hechos 19:20), y le dijeron a Pablo que todos los que estaban en su barco sobrevirían el inminente naufragio (Hechos 27:23-25).
 Contestan Oraciones - Frecuentemente Dios usa ángeles como Su medio para contestar las oraciones de Su Pueblo (Daniel 9:20-24; 10:10-12; Hechos 12:1-17).
 Asisten a los creyentes en el momento de la muerte - En la historia de Lázaro y el hombre rico nos podemos dar cuenta que los ángeles se llevaron el espíritu de Lázaro hasta el "seno de Abaham" cuando murió (Lucas 16:22).

Apariencia de los Angeles

De acuerdo con la Biblia hebrea, los ángeles aparecen frecuentemente bajo la forma de personas con una belleza extraordinaria. Por eso, no se los reconoce rápidamente como "ángeles" (Génesis 18:2, Génesis 19:5; Jueces 6:17, Jueces 8:6; Samuel 29:9). En los libros bíblicos se los describe como seres brillantes y puros como el firmamento. A veces se los representa con trajes rojos o azules

Lo cierto es que los ángeles son capaces de asumir una forma humana que les permita cumplir las misiones encomendadas por el Señor. En general, llevan espadas y otras armas. En Crónicas 21:16,30 se describe un ángel encolerizado con una espada flameante en su mano. En el libro de Daniel se hace referencia a un ángel cuyo cuerpo se encuentra cubierto por fino oro de Uphaz, su rostro adquiere el aspecto de un relámpago y sus ojos son lámparas del fuego (Daniel 10:5-6). Estas imágenes son muy similares a la descripción de Jesús en el libro de la Revelación. La Biblia describe ángeles con alas (Daniel 9:21) y así se los representa en el arte cristiano, judío y el de Zoroastro. Habitualmente, se les atribuyen aureolas de santidad.

En la iconografía cristiana, el empleo de las alas es una convención utilizada para denotar la figura angelical con el objetivo de diferenciarla de las pinturas paganas clásicas en las que se representaban dioses alados como Eros y Tanatos. Los ángeles son descritos como seres dotados de gran sabiduría y conocimiento acerca de todos los acontecimientos terrenales. Cuando sus deberes no son punitivos, los ángeles están para servir a los hombres (Salmos 103:20, Salmos 78:25; Samuel 14:17,20, Samuel 19:28; Job 4:18, Job 25:2).

Existe una gran cantidad de ángeles. En el libro de las Revelaciones se habla de mil millares de ellos. Aunque las escrituras más antiguas mencionan generalmente un ángel del Señor, las embajadas abarcaron a varios mensajeros. Los ángeles son servidores de Dios que reciben misiones especiales.

Angel de la Guarda

Un ángel de la guarda es un espíritu que se cree que protege y dirige a una persona particular. La noción de “ángel de la guarda” y de su jerarquía fue desarrollado extensamente durante el siglo V AC. por Pseudo Dionisio Aeropagita.

La creencia ortodoxa contemporánea sostiene que los ángeles de la guarda protegen el cuerpo y elevan rezos a Dios, a la manera de intermediarios. El calendario de santos de la Iglesia Católica incluye un recordatorio a estos seres celestiales, celebrado el 2 de octubre.


Angel de la Guarda

Los cristianos creen que los ángeles de la guarda protegen cualquier persona o vivienda a pedido del propio Dios, sin embargo, la creencia de que Dios envía un espíritu para observar a cada individuo era común en la filosofía griega clásica; Platón se refiere a ella en el Fedón, 108. De manera similar, esta mención aparece en el Antiguo Testamento, aunque no se delinea con especificidad.

En el Libro de Daniel, los ángeles parecen ser asignados a ciertos países. Enoc 100:5 –parte de cuya escritura está inspirada en los documentos de la Iglesia Etíope Ortodoxa de Tewahedo– manifiesta que los hombres justos gozan de ángeles protectores. En Hechos 12:15 aparece otra alusión a tal creencia, mientras que en Mateo 18:10, Jesús explica que existen ángeles de la guarda que cuidan a los niños: Nunca los desdeñen; les digo que tienen sus ángeles de la guarda en el cielo, que miran continuamente al rostro divino de mi padre. (Nueva Biblia Inglesa.)

ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA

La oración habitual de los cristianos a su ángel de la guarda es la siguiente:
ángel de la guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que descanse en los brazos, de Jesús, José y María. Amén.

Que cada alma individual tiene un ángel de la guarda nunca ha sido definido por la Iglesia, por lo tanto, no es un artículo de la fe. Sin embargo así se lo considera, tácitamente, tal como San Gerónimo expresó: cómo será de grande la dignidad del alma para que cada uno tenga desde su nacimiento un ángel de la guarda asignado por Dios.

La fe en la existencia de estos custodios se remonta a la Antigüedad: paganos como Plutarco y neoplatónicos como Plotino sostuvieron esta tesis. Era también la creencia de babilónicos y asirios, tal como sus monumentos atestiguan.

En la Biblia, esta doctrina es claramente perceptible y su desarrollo está textualmente expresado. En Génesis 28-29, los ángeles no sólo actúan como los ejecutores de la cólera de Dios sino que salvan a Lot del peligro; en Éxodo 12-13 un ángel es el líder designado para conducir a Israel, y en 32:34, Dios dice a Moisés: Mi ángel irá contigo.

Doctrina de los Angeles de la Guarda


La doctrina del Antiguo Testamento concibió a los ángeles como ministros de Dios que realizan sus órdenes. Incluso los niños pequeños tienen ángeles de la guarda, y se considera que estos mismos ángeles tienen que satisfacer una misión en la Tierra.

Entre las menciones que el Nuevo Testamento hace de la doctrina de los ángeles de la guarda, podemos recordar al ángel que socorrió a Cristo en el jardín, y al ángel que liberó a San Pedro de la prisión. Hebreos 1:14 manifiesta más claramente esta creencia, explicando que su función es conducir a los hombres al Reino de los Cielos



Doctrina de los Angeles de la Guarda

Por su parte, Santo Tomás nos enseña en su Summa Teológica ó Summa Theologiae que las órdenes inferiores de ángeles son enviadas a los hombres. No sólo a aquellos bautizados, porque todas las almas cuentan con este custodio.

Se dice que nuestros ángeles de la guarda pueden actuar sobre nuestros sentidos y sobre nuestras imaginaciones. Sin embargo, no pueden influenciar nuestras voluntades. Finalmente, no se separan de nosotros después de la muerte, sino que permanecen con nosotros en el Paraíso, luego de habernos ayudado a lograr la salvación. Estas afirmaciones aparecen en los Salmos y en Colosenses.

RECORDATORIO DE LOS ÁNGELES

Esta fiesta religiosa, como muchas otras, fue una celebración local antes de ser incluida en el calendario romano. No era uno de los recordatorios conservados en el Breviario de Pian, publicado en 1568, pero entre las peticiones más tempranas de las iglesias particulares se permitirá la celebración canónica del mismo.

En el libro Histoire du Breviaire de Bäumer se indica que Toledo recibió la autorización de Roma, y que Valencia también obtuvo la aprobación en febrero de 1582 para celebrar la ofrenda de sangre de Cristo y de los ángeles de la guarda.

Más tarde, Paulo V agregó el 27 de septiembre de 1608 la fiesta en el calendario general, dando impulso a la veneración de los ángeles. Desde entonces, se incluyó en el breviario y en los misales romanos, que contienen todos los fragmentos de las Sagradas Escrituras concernientes a la misión de los ángeles, las alabanzas a Dios y la mención a su labor como mensajeros: Elogiemos al Señor al que los ángeles alaban, que los querubines y serafines proclaman Santo, Santo, Santo. (segunda antífona de alabanzas)


El Arcángel San Rafael


La tercera jerarquía de los ángeles, como explicaremos más adelante, se encuentra compuesta por principados, ángeles y arcángeles. Estos últimos son tres: San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Su fiesta canónica se celebra el día 29 de septiembre.
El significado del nombre Rafael es "el que sana". Es un arcángel que se encuentra siempre cerca de los hombres para ayudarlos a paliar su dolor. Aparece su mención en las Sagradas Escrituras, en Tobías 12:6, 15.

Generalmente se lo dibuja con vestimenta de peregrino, llevando un bastón y una vasija de agua. Además, las representaciones suelen incluir el pez del cual consiguió la hiel necesaria para sanar al padre de Tobías.


El Arcángel San Rafael

LA ORACIÓN DEL ARCÁNGEL SAN RAFAEL

Gloriosísimo príncipe San Rafael, antorcha dulcísima de los palacios eternos, caudillo de los ejércitos del Todopoderoso, emisario de la divinidad, órgano de sus providencias, ejecutor de sus órdenes, secretario de sus arcanos, recurso universal de todos los hijos de Adán, amigo de tus devotos, compañero de los caminantes, maestro de la virtud, protector de la castidad, socorro de los afligidos, médico de los enfermos, auxilio de los perseguidos, azote de los demonios, tesoro riquísimo de los caudales de Dios...

Tú eres ángel santo, uno de aquellos siete nobilísimos espíritus que rodean al trono del altísimo.

Confiados en el gran amor que has manifestado a los hombres, te suplicamos humildes nos defiendas de las asechanzas y tentaciones del demonio en todos los pasos y estaciones de nuestra vida, que alejes de nosotros los peligros del alma y cuerpo poniendo freno a nuestras pasiones delincuentes y a los enemigos que nos tiranizan, que derribes en todas partes y principalmente en el mundo católico el cruel monstruo de las herejías y la incredulidad que intenta devorarnos.

Te pedimos también con todo el fervor de nuestro espíritu, hagas se dilate y extienda más el Santo Evangelio, con la práctica de la moral. Que asistas al romano pontífice y a los demás pastores, y concedas unidad en la verdad a las autoridades y magistrados cristianos.

Por último, te suplicamos nos alcances del trono de Dios –a quien tan inmediato asistes–, el inestimable don de la gracia, para que por medio de ella seamos un día vuestros perpetuos compañeros en la gloria. Amén

Arcángel San Gabriel


Este arcángel es el símbolo de la Misericordia, concebido como parte de la Fe Cristiana, aunque también representa al Consuelo y a la Encarnación. Comparte algunas características con el Arcángel San Miguel, puesto que ambos son considerados ángeles del juicio. La Biblia menciona a Gabriel asociado a palabras de gran intensidad como poder, fuerza y enorme.

La tradición judía hizo hincapié en estos rasgos de San Gabriel, y le atribuye la catástrofe de la ciudad de Sodoma y la destrucción de las huestes Senaquerib. Pero, además, lo rememoran como el arcángel que sepultó a Moisés y como el encargado de marcar con la letra Tau sobre la frente del elegido, según Ezequiel, 4.

Este famoso y poderoso ángel, perteneciente a la tercera jerarquía, sólo es nombrado en dos pasajes, dentro del Nuevo Testamento, aunque no es claro que haya sido él quien apareció ante San José y los pastores, ni que él haya alentado a Cristo en el jardín, tal como supone el himno para Laudes correspondiente al día 24 de Marzo.



LAS APARICIONES BÍBLICAS

Este ser celestial se presenta en propias palabras: Yo soy Gabriel, que asisto a la vista de Dios (Lc, 1, 19), indicando su rango de mensajero de Dios en un nivel diferente al de los Querubines y Serafines, tal como señala Santo Tomás.

También se lo llama Fortitudo Dei (que significa Fortaleza de Dios). Analizando el texto bíblico, encontramos que sólo se mencionan cuatro apariciones de San Gabriel.

En primer lugar, En Dn VIII se explica la imagen del carnero junto al macho cabrío, presagiando la destrucción del imperio persa a manos de Alejandro Magno, y se indica que luego de su muerte el reino sería desmembrado entre sus generales. Uno de estos tiene un hijo llamado Antioco Epifanio.

Por otra parte, en el capítulo IX, después del pasaje en que Daniel ora por Israel, podemos leer que las Sagradas Escrituras explican que aquél varón Gabriel… se me acercó en rápido vuelo para comunicar la secreta profecía acerca de las setenta semanas necesarias para preparar la venida de Jesucristo. Cabe mencionar que en el capítulo X no se aclara si se alude al Arcángel Gabriel, aunque es posible atribuirle la hermosa caracterización que aparece en los versículos 5 y 6.

Por último, Gabriel cobra protagonismo en el Nuevo Testamento, al indicarle a Zacarías el nacimiento del precursor, y en la profecía fundamental ofrecida a María –Madre del Señor– acerca de la venida de su hijo.

miércoles, 23 de enero de 2008

Los 12 grados de la humildad y del orgullo

PRIMER GRADO DE SOBERBIA : LA CURIOSIDAD


1 Primus itaque superbiae gradus est curiositas. Hanc autem talibus indiciis deprehendes: si videris monachum, de quo prius bene confidebas, ubicumque stat, ambulat, sedet, oculis incipientem vagari, caput erectum, aures portare suspensas, e motibus exterioris hominis interiorem inmutatum agnoscas. Vir quippe perversus nuit oculo, terit pede, digito loquitur, et ex insolenti corporis motu, recens animae morbus deprehenditur, quam, dum a sui circumspectione torpescit incuria sui, curiosam in alios facit. Quia enim seipsam ignorat, foras mittitur, ut haedos pascat. Haedos quippe, qui peccatum significant, recte oculos auresque appellaverim, quoniam sicut mors per peccatum in orbem, sic per has fenestras intrat ad mente.

El primer grado de soberbia es la curiosidad. Puedes detectarla a través de una serie de indicios. Si ves a un monje que gozaba ante ti de excelente reputación, pero que ahora, en cualquier lugar donde se encuentra, en pie, andando o sentado, no hace más que mirar a todas partes con la cabeza siempre alzada, aplicando los oídos a cualquier rumor, puedes colegir, por estos gestos del hombre exterior, que interiormente este hombre ha sufrido un cambio. El hombre perverso y malvado guiña el ojo, mueve los pies y señala con el dedo. Por este inhabitual movimiento del cuerpo puedes descubrir la incipiente enfermedad del alma. Y el alma que, por su dejadez, se va entorpeciendo para cuidar de sí misma, se vuelve curiosa en los asuntos de los demás. Se desconoce a sí misma. Por eso es arrojada fuera para que apaciente a los cabritos. Con acierto llámanse cabritos, símbolos del pecado, a los ojos y a los oídos; porque, lo mismo que la muerte entró en el mundo por el pecado, así penetra por estas ventanas en el alma.

§ 2 In his ergo pascendis se occupat curiosus, dum scire non curat qualem se reliquerit intus. Et vere si te vigilanter, homo, attendas, mirum est si ad aliud umquam intendas. Audi, curiose, Salomonem; audi, stulte, Sapiente,: Omni custodia, inquit, custodi cor tuum, ut omnes videlicet sensus tui vigilent ad id, unde vita procedit, custodiendum. Quo enim a te, o curiose, recedis? Cui te interim committis? Ut quid audes oculos levare ad caelum, qui peccasti in caelum? Terram intuere, ut cognoscas te ipsum. Ipsa te tibi repraesentabit, quia terra es et in terram ibis.

El curioso se entretiene en apacentar a estos cabritos, mientras que no se preocupa de conocer su estado interior. Si cuidas con suma atención de ti mismo, difícil será que pienses en cualquier otra cosa. ¡Curioso!, escucha a Salomón. Escucha, necio, al sabio: Por encima de todo guarda tu corazón; y todos tus sentidos vigilarán para guardar aquello de donde brota la vida. ¡Curioso!, ¿adónde vas cuando te alejas de ti?; ¿a quién te confías durante ese tiempo?; ¿cómo te atreves a levantar los ojos al cielo, tú que pecaste contra el cielo? Clava tus ojos en tierra para que te conozcas. La tierra te dará tu propia imagen; porque eres tierra y a la tierra has de volver.


SEGUNDO GRADO: LA LIGEREZA DE ESPIRITU


El monje que no cuida de sí mismo, controla curiosamente a los demás. A los que ve superiores a él, los estima un poco; pero a los que considera inferiores, los desprecia. En los primeros ve cosas por las que se come de envidia; en los segundos, actitudes que le provocan irrisión. De aquí se sigue que el espíritu, zarandeado por esa incesante movilidad de los ojos, y totalmente ajeno al cuidado de sí mismo unas veces quiere encumbrarse por la soberbia y otras queda abatido hasta lo más profundo por la envidia. Tan pronto está lleno de maldad y se consume de envidia, para después reírse como un niño ante su propia gloria. La primera actitud respira maldad; la segunda, vanidad ; y ambas, soberbia. Porque el amor de la propia gloria es lo que le hace sentir dolor por lo que le supera y alegría de sentirse superior.

§ 2 Has autem animi vicissitudines nunc pauca et mordacia, nunc multa et inania, nunc risu, nunc luctu plena, semper vero irrationabilia indicant verba. Compara, si vis, hos duos primos superbiae gradus supremis duobus humilitatis, et vide si non in ultimo curiositas, in penultimo levitas cohibetur: idipsum in ceteris reperies, si alterutrum comparentur. Sed iam ad tertium docendo, non descendendo veniamus.

Estos cambios de espíritu los manifiesta en el modo de hablar: unas veces es lacónico y mordaz; otras, locuaz y vano. Ahora revienta de risa, luego estalla en llanto, y siempre es un irreflexivo. Si quieres, compara estos dos grados de soberbia con los últimos de humildad fíjate cómo en el último se cercena la curiosidad; y en el penúltimo, la ligereza. Lo mismo observarás en los restantes grados si los comparas entre sí. Pero pasemos ya a explicar e tercer grado sin caer en él.


TERCER GRADO: LA ALEGRIA TONTA



Es característico de los soberbios suspirar siempre por los acontecimientos bullangueros y ahuyentar los tristes, según aquello de que el corazón del tonto está donde hay jolgorio. El monje, una vez bajados los dos primeros grados de soberbia, llega, por la curiosidad, a la ligereza de espíritu. Se siente incapaz de soportar la humillante experiencia de un gozo que tanto anhela, pero siempre bañado en tristeza, cuando constata el bien de los demás. Busca entonces el subterfugio de un falso consuelo. Reprime la curiosidad para rehusar la evidencia de su bajeza y la nobleza de los otros. Se inclina hacia el lado opuesto. Pone de relieve aquello en que cree sobresalir y atenúa con disimulo las excelentes cualidades de los demás. Así pretende cegar lo que considera fuente de su tristeza y vivir en una incesante alegría fingida. Fluctuando entre el gozo la tristeza, cae al fin en el cebo de la alegría tonta. Aquí planto yo el tercer grado de soberbia.

Con esto tienes ya suficientes indicios para saber si este grado se da en ti o en otros. A estos tales nunca les verás gimiendo o llorando. Si te fijas un momento, pensarás que se han olvidado de sí mismos, o que se han lavado de sus pecados. Pero sus gestos reflejan ligereza; su semblante, esta alegría tonta; y su forma de andar, vanidad. Son propensos alas chanzas; fáciles e inclinados a la risa. Como han borrado de su memoria todo cuanto les puede humillar y entristecer, sueñan y se representan todos los valores que se imaginan tener. No piensan más que en lo que les agrada, y son incapaces de contener la risa y de disimular la alegría tonta.


Se parecen a una vejiga llena de aire; si la pinchas con un alfiler y la aprietas, hace ruido mientras se desinfla. El aire, a su paso por ese invisible agujero, produce frecuentes y originales sonidos. Esto mismo ocurre al monje que ha inflado su corazón de pensamientos vanos jactanciosos. La disciplina del silencio no les deja expulsar libremente el aire de la vanidad. Por eso lo arroja forzado y entre carcajadas por su boca. Muchas veces, avergonzado, esconde el rostro, comprime los labios, aprieta los dientes, ríe constreñido y suelta risotadas como a la fuerza. Aunque cierra la boca con sus puños, todavía deja escapar algunos estallidos de nariz.



CUARTO GRADO: LA JACTANCIA


Si a la vanidad le da por tomar cuerpo y sigue inflándose la vejiga, se llega a un grado de dilatación tal que se precisa un orificio mayor. De lo contrario, podría reventar. Esto ocurre en el monje que rebasa la vana alegría. Ya no le basta el simple agujero de la risa o de los gestos; y prorrumpe con la exclamación de Eliú: Mi seno es como vino sin escape que hace reventar los odres nuevos. Si no habla, revienta. Está cargado de verborrea, y el aire de su vientre le constriñe. Anda hambriento y sediento de un auditorio al que pueda lanzar sus vanidades, arrojar todo lo que siente y darse a conocer en lo que es y vale. A la primera ocasión, si la temática versa sobre ciencias, saca a colación sentencias antiguas y nuevas ensarta una perorata con el eco de palabras ampulosas. Se adelanta a las preguntas; responde incluso a quien no le pregunta. Propone cuestiones; las resuelve él mismo, y corta a su interlocutor, sin dejarle terminar lo que había empezado a decir. Cuando suena la señal y se precisa interrumpir la conversación, la hora larga transcurrida le parece un instante. Pide permiso para volver a sus historias fuera del tiempo señalado. Claro que no lo hace para edificar a nadie, sino para cantar su ciencia. Podría edificar, pero eso ni lo pretende. No trata de enseñarte o aprovecharse de tus conocimientos, sino de demostrarte que sabe algo.

Si la conversación versa sobre religión, en seguida saca a relucir visiones y sueños. Luego elogia el ayuno, recomienda las vigilias y se hace lenguas de la oración. Diserta ampliamente sobre la paciencia, la humildad y sobre cada una de las virtudes con una ligereza pasmosa. Si tú le escuchas, dirías que de lo, rebosa del corazón lo habla por la boca; y que el hombre bueno saca cosas buenas de su almacén de bondad.

Si la conversación declina en mera diversión, entonces se muestra como un fenómeno de locuacidad que domina la materia a las mil maravillas. Si le oyes, dirás que su boca es todo un torrente de vanidad, un alud de chocarrerías, hasta el punto de provocar la ligereza incluso en las personas más sensatas v recatadas. Resumiendo en breve todo lo dicho: En el mucho hablar se descubre la jactancia. A lo largo de estas líneas tienes descrito y enumerado el cuarto grado. Huye de él, pero recuerda su contenido. Con esta advertencia pasemos ya al quinto; lo titulo "la singularidad".



QUINTO GRADO: LA SINGULARIDAD


Sería bochornoso, para los que presumen ser superiores a los demás, no sobresalir en algo por encima de lo ordinario y no llamar la atención con su propia superioridad. Ya no les basta la regla común del monasterio ni los ejemplos de los mayores. No procuran ser mejores, sino parecerlo. No desean vivir mejor, sino aparentar el triunfo para poder decir: No soy como los demás. Se lisonjea más de ayunar un solo día en que los demás comen que si hubiese ayunado siete días con toda la comunidad. Le parece más provechosa una breve oración particular que toda la salmodia de una noche. Durante la comida, rastrea su mirada por las otras mesas. Si ve que alguien come menos, se duele de haber sufrido una derrota. Entonces empieza a privarse sin miramiento alguno de lo que creía antes que debía comer, temiendo más el detrimento de la propia estima que el tormento del hambre. Si encuentra a alguien más demacrado y pálido, se condena a sí mismo por vil, ya no vive tranquilo. Como no puede verse el rostro ni conocer el impacto de su semblante ante los demás, mira sus manos y sus brazos, se tienta las costillas, palpa las clavículas y las paletillas. De esta manera pretende comprobar lo que puede delatar su rostro según el estado de sus miembros, más o menos descarnados.

En fin, vive siempre al acecho de sus propios intereses v es indolente en los asuntos comunes. Vela en cama y duerme en el coro. Se pasa adormilado toda la noche durante el canto de las vigilias. Después, mientras los demás respiran el sosiego del claustro, él se queda solo en el oratorio; carraspea y tose; y desde el rincón donde se encuentra aturde con sus gemidos y suspiros a los que están fuera sentados. Con todas estas rarezas carentes de mérito, se acredita un excelente prestigio ante los más ingenuos, que tienen por cierto lo que ven y no se paran a pensar de dónde procede tal rumor santo, aplicado a ese individuo; e incurren en engaño.



SEXTO GRADO: LA ARROGANCIA

El arrogante cree cuanto de positivo se dice de él. Elogia todo lo que hace y no le preocupa lo que pretende. Se olvida de las motivaciones de su obrar. Se deja arrastrar por la opinión de los demás. En cualquier otra cosa se fía más de sí mismo que de los demás; sólo cuando se trata de su persona cree más a los otros que a sí mismo. Aunque su vida es pura palabrería y ostentación, se considera como la encarnación misma de la vida monástica, y en lo íntimo de su corazón se tiene por el más santo de todos. Cuando alaban algún aspecto de su persona, no lo atribuye a la ignorancia o benevolencia del que le encomia, sino arrogantemente a sus propios méritos. Así, después de la singularidad, la arrogancia reclama para sí el sexto grado. Sigue la presunción, que es el séptimo.


SÉPTIMO GRADO: LA PRESUNCION


El que está convencido de aventajar a los demás, ¿cómo no va a presumir más de sí mismo que de los otros? En las reuniones se sienta el primero. En las deliberaciones se adelanta a dar su opinión y parecer. Se presenta donde no le llaman. Se mete en o que no le importa. Reordena lo que ya está ordenado y rehace lo que ya está hecho. Lo que sus manos no han tocado, no está bien ni en su sitio. Juzga a los tribunales y prejuzga a los que van a ser juzgados. Si al reestructurar los cargos no le nombran prior, piensa que su abad es un envidioso o un iluso. Si le confían algún cargo insignificante, monta en cólera, hace ascos de todo, pensando que uno tan capaz para grandes empresas no debe ocuparse de asuntos tan triviales.

Es imposible acertar siempre, especialmente el que con tanta temeridad mete sus narices en todo, más por temeridad que por espontaneidad. Compete al superior corregir al que falta; pero ¿cómo va a confesar su culpa uno que ni piensa que es culpable ni tolera que le tengan por tal? Por eso, cuando se le culpa de algo, no se libera de ello, lo agrava. Si al ser corregido ves que su corazón reacciona ron expresiones zahirientes, caerás en la cuenta de que ha incurrido en el octavo grado, denominado "la excusa de los pecados".



OCTAVO GRADO: LA EXCUSA DE LOS PECADOS


De muchas maneras se buscan paliativos para los pecados. El que se excusa dice: "Yo no lo hice"; o "sí lo hice, pero lo hice como es debido". Si ha hecho algo mal, dice: "No lo hice mal del todo". Si lo ha hecho muy mal, entonces dice: "No hubo mala intención". Si le convences de su mala intención, como a Adán y a Eva, se esfuerza por excusarse diciendo que otros le persuadieron. El que excusa con descaro las cosas evidentes, ¿cómo podrá descubrir con humildad a su abad los pensamientos ocultos y malos que llegan, hasta su corazón?



NOVENO GRADO: LA CONFESION FINGIDA


Aunque todos estos tipos de excusa son malos y el profeta los llama palabras malévolas, sin embargo la engañosa y soberbia confesión es mucho más peligrosa que la atrevida y porfiada excusa. Hay algunos que, al ser reprendidos de faltas evidentes, saben que, si se defienden, no se les cree. Y encuentran, los muy ladinos, un argumento en defensa propia. Responden palabras que simulan una verdadera confesión. Como está escrito, hay quien se humilla con malicia, mientras dentro está lleno de engaños. El rostro se abate, el cuerpo se inclina. Se esfuerzan por derramar algunas lagrimillas. Suspiran y sollozan. Van más allá de la simple excusa. Se confiesan culpables hasta la exageración. Al oír tú de sus mismos labios datos imposibles e increíbles que agravan su falta, comienzas a dudar de los que tenías por ciertos. Aflora en sus labios una confesión por la que merecía alabanza, mas la iniquidad anida oculta en el corazón. Quien lo oye, piensa que se acusa más por humildad que por veracidad; y le aplica aquello de la Escritura: El justo, al empezar a habla, se acusa a sí mismo.


Ante la reputación de los hombres prefiere naufragar en la verdad antes que en la humildad; pero ante Dios naufraga en las dos. Si la culpa es tan clara que no puede taparse con estratagema alguna, entonces hace suya la voz del penitente, pero no el corazón; con esta voz borra la mancha, pero no la culpa. Así, la ignorancia de una clarísima transgresión queda contrarrestada con el noble gesto de una confesión pública



DÉCIMO GRADO: LA REBELION




El farsante ya no tiene remedio, a menos que la misericordia divina le tienda su mano compasiva. Es casi imposible que acepte las acusaciones de los demás. Lo normal es que se vuelva más recalcitrante cuando constata que su situación llega a ser desesperadamente agobiante. Así incurre en el décimo grado, y se alza en rebelión: De ahora en adelante ya no habrá más arrogancias personales ni desprecios fraternos solapados. Las desobediencias y vilipendios al maestro mismo son tan claros como la luz del día.



UNDÉCIMO GRADO: LA LIBERTAD DE PECAR



Después del décimo grado, que llamamos rebelión, el monje es expulsado del monasterio o se marcha él mismo. Inmediatamente cae en el undécimo, y entonces entra por unos caminos que a los hombres !es parecen rectos, pero cuyo fin, a no ser que Dios lo impida, sumerge en lo profundo del infierno, es decir, en el desprecio de Dios. El impío, cuando cae en lo profundo de los pecados, cae también en el desprecio. Por eso el undécimo grado puede encabezarse con el título de libertad de pecar. Aquí el monje no ve ya a un maestro a quien teme ni a unos hermanos a quienes respeta; se goza en realizar sus deseos con tanta mayor tranquilidad cuanto más libre se ve de quienes, en cierto modo, le cohibían por el pudor o por el temor.


Si ya no teme a los hermanos ni al abad, aún le queda un cierto rescoldo de temor a Dios. Y su razón, que todavía insinúa algo, antepone ese temor al deseo y ejecuta cosas ilícitas no sin una cierta pesadumbre. Imita al que vadea un río; no se precipita, entra más bien paulatinamente en la corriente de los vicios.




DUODÉCIMO GRADO: LA COSTUMBRE DE PECAR




Después de que en el terrible juicio de Dios han quedado los primeros pecados impunes, se repite con agrado el placer ya experimentado; y con la repetición se torna halagador. Con el ardor de la concupiscencia, la razón se adormece y la costumbre le esclaviza. El miserable se siente arrastrado hacia el abismo de las maldades. El cautivo es un esclavo de la tiranía de los vicios, hasta el extremo de que, aturdido en la vorágine de los deseos carnales y olvidado de su razón y del temor de Dios, dice como el necio para sí: No hay Dios. Desde ahora su norma moral es el placer; y no impide que su espíritu, sus manos y sus pies piensen, ejecuten e investiguen cosas ilícitas. Malévolo, fanfarrón y delincuente, maquina, parlotea y lleva a cabo cuanto le viene al corazón, a la boca o a las manos.


En fin, lo mismo que el justo, después de haber subido todos estos grados, corre hacia la vida con un corazón gozoso y sin trabajo, en alas de la buena costumbre, así el impío, cuando ha bajado todos los grados correspondientes, ya no se rige por la razón ni se domina con el freno del temor; los malos hábitos se lo impiden, y se lanza temerariamente hacia la muerte. Entre estos dos extremos están los que se esfuerzan y angustian ; aquellos que, atormentados por el miedo del infierno o embarazados por sus antiguas malas costumbres, se debaten sufriendo continuos altibajos.


Solamente corren sin tropiezos y sin fatiga los que están en el grado supremo o en el ínfimo. Unos van veloces hacia la muerte, y otros hacia la vida. Estos caminan con alegría; aquéllos se abocan vertiginosamente. A los primeros, la caridad les estimula. A los segundos, la pasión les arrastra. Unos y otros no sienten el peso de la vida; pues tanto el amor perfecto como la iniquidad consumada echan fuera todo temor. La verdad da seguridad a unos; la ceguera, a otros. En consecuencia, el duodécimo grado puede ser denominado costumbre de pecar; costumbre en la que se pierde el temor de Dios y se incurre en desprecio.


Conclusión

Tengamos en cuenta que todos estos grados, doce en total, pueden reducirse a tres. Los seis primeros se refieren al desprecio a los hermanos; los cuatro siguientes, al desprecio del maestro; los dos restantes, al desprecio de Dios. No olvidemos tampoco que estos dos últimos grados de soberbia corresponden inversamente a los dos primeros de humildad y que deben subirse antes de comprometerse en la vida comunitaria.

Por esta misma razón son dos grados a los que nunca debe llegar hermano alguno. La Regla misma presupone que deben subirse previamente, según leemos en el tercer grado de humildad: EI tercer grado, dice, consiste en someterse por amor de Dios al superior con una obediencia sin límite. Si se coloca la sumisión en el tercer grado, el novicio la adquiere cuando se asocia a la comunidad. Se supone, por tanto, que ya ha subido los dos grados anteriores. En fin, cuando el monje desprecia la concordia de los hermanos y las órdenes del maestro, ¿qué está haciendo en el monasterio sino fomentar el escándalo?